Los incas saben lo que es el amor: el planeta se mueve a partir del latir del corazón de un dios. Muchos fueron los dioses que sabían esto y solo uno tuvo en coraje de lanzarse al centro donde todo nace donde todo retorna a morir.
Los astrólogos de culturas precolombinas saben que solo cada muchísimo tiempo se da un año en el que se suceden un eclipse tras otro. Cuando esto ocurre, el mundo tiene la oportunidad cambiar de rumbo, el problema es que no se sabe en que dirección.
En el momento adecuado nacieron un hombre y una mujer.
Siguiendo el camino predestinado, el hombre se convirtió en un poderoso Chaman, y como todos los chamanes, sufrió por la tristeza del mundo.
El manto de la noche es pura ternura: advierte pero no impone nada; ni la vía láctea podía predecir sus acciones.
No hubo truenos la noche en la que se abrió el pecho y ofreció su corazón a la paz del hombre, la naturaleza se paró por un segundo y se llenó de admiración.
El chamán caminó por el mundo con un gran vacío y un hueco que no sabía como llenar.
El cosmos que solo conoce polaridades dio también a luz una niña de ojos extraña con capacidad de nombrar y traducir y le dio nombre a aquel hueco; lo llamó madriguera, pidió permiso al hombre, le pidió que su pecho fuera por siempre el escondite de sus múltiples enemigos.
Al hombre le pareció bien.
Y así latieron juntos por mucho tiempo.
Todos los libros antiguos están sellados con la misma frase; aquel que ofrenda al amor recibe grandes recompensas. Y tu eres uno de ellos Arturo Perez Jimenez la vida te va a llenar de riqueza, ya ha pasado, y va a seguir pasando, lo sé así es ya.